miércoles, 28 de octubre de 2015

10. Cómo abordar la Teología de Isaías

I
Un itinerario para llegar al mensaje vivo de Isaías

Las clases que vamos dedicando al profeta Isaías – primero de los profetas – nos pueden servir como un test para acercarnos de modo semejante a al estudio de otros profetas.

He aquí unos puntos que nos sirvan de itinerario y pedagogía.

1.      Para estudiar a Isaías u otro asunto de verdad importante – importante en sí e importante para mí – hace falta entrar con cierta “empatía”. (definida en el Diccionario de la Real Academia Española: “Identificación mental y afectiva de un sujeto con el estado de ánimo de otro”). Si una cosa no me interesa y paso por ella como por mero trámite de examen, el conocimiento nunca será cordial.

( De paso: Entrando en la psicología del conocimiento, tendremos, de propia observación, cosas muy claras y sencillas, como éstas de cara al rendimiento con el caudal de las propias facultades: Hay tiempos “fértiles” y tiempos “infecundos”; la fertilidad intelectual está ligada a un cierto temple o estado de ánimo, que de algún modo resulta creador; todo trabajo personal, por pequeño que sea, tiene un toque creativo. Pero para entrar en ese estado de ánimo, no pocas veces será necesario un acto de vencimiento propio. Cuando uno asimila lo que otros han producido, ese hecho de apropiación de una riqueza común, produce en mí un reengendro… La vieja filosofía dictaba: quidquid recipitur ad modum recipientis recipitur. Hay fibras muy sutiles en la psicología personal e individual del conocimiento… No procede detenernos; valga esta mera indicación).

2.      El acercamiento a Isaías, profeta-actor en la vida nacional, que hay que conocerlo en su propia realidad social, marcada por la potencia y opresión de cuatro emperadores asirios (Teglafalasar III, Salmanasar V, Sargón II y Senaquerib) y por los episodios de la vida nacional de Israel, nos traslada a situaciones presentes que requiere una palabra profética desde el centro de la profecía, que es la soberanía de Dios. Desde la cúspide de Isaías, he aquí dos temas de gran envergadura que el alumno puede tomar como trabajo fuerte de fin de asignatura:

1° El Dios anunciado por Isaías y la situación de muerte de este país (¿50.000 muertos          en la presente legislatura?, ¿acaso más...?).
2° El mensaje de Isaías y las instancias de la nueva Evangelización, ante el inminente            Sínodo de Obispos (7 octubre 2012).

3.      En mi estudio de Isaías quiero conocer hasta dónde ha llegado la investigación, cuyos resultados hago míos, y parto de ahí.

4.      Comienzo acotando el material de estudio (primer Isaías), y me sirvo para ello de una edición científica, en concreto la Biblia de Jerusalén.

5.      Leo un artículo general sobre Isaías (de una enciclopedia o de un manual de introducción general) y con ello quedo informado de los temas y problemas del libro.

6.      Paso al análisis de textos:
a) Separo prosa y verso, y que quedo con los capítulos en versos: Isaías 1-35.
b) Separo perícopas (de acuerdo con las anotaciones de la Biblia de Jerusalén):
- las que no son de Isaías (capítulos 24-27)
- perícopas que aparecen como tardías (capítulo 14), que son de inspiración isaiana y acaso pueden ser refundiciones de oráculos isaianos. (Entramos en un terreno hipotético de los investigadores. Sabré valorar los textos indiscutiblemente isaianos, como textos primarios, y otros que acaso podamos llamar derivados o secundarios).

Nota. La tradicional metodología de acopio de material por “fichas” ha sido transformada por el advenimiento de la computadora. La experiencia dice que cada uno va adquiriendo su propia metodología. Lo que es incuestionable es que, como el procedimiento que sea, uno tiene que entrar en contacto personal e inmediato con los textos.


7.      Sigo el análisis de textos haciendo divisiones
a) por géneros
b) destinatarios
c) épocas en lo que se pueda conjeturar.

8.      Voy escogiendo textos de acuerdo a grandes temas que presumo son grandes centros de la teología de Isaías, como:
- Santo de Israel (ver todas las veces que aparece).
- La obra de Dios.
- Sión / Jerusalén, la ciudad de Dios.
- Resto.
- Textos mesiánicos en torno al descendiente de David.
- Pecado y destrucción.
- Las naciones.
- Las promesas de restauración.

9.      Culminación. De acuerdo a los hallazgos que he ido haciendo:
- Cómo doy una organización armónica a todo el material que he estudiado.
- Cuál es realmente el centro de unidad de mis descubrimientos para poder hablar yo, con juicio propio, del mensaje de Isaías (no de tal o cual punto deshilachado, como quien va a capturar en la Biblia tal texto que me va a servir para una idea que yo quiero exponer y que considero muy valiosa).

10.  Final. Ahora, desde esta cima, desde una visión en profundidad del esplendente Isaías, puedo yo preguntarme: Desde ahí ¿qué anuncio “yo”, “hoy”, “al pueblo que me rodea y del cual hago parte”. Obviamente para esta última instancia Isaías no termina en Isaías, sino en Jesús.

11.  Nota. Para un trabajo inicialmente científico, yo me he servido de los trabajos de otros, y ese soporte he de consignarlo en la Bibliografía de “mi estudio”.

II
Dos ejemplos (para nuestro aprendizaje) de síntesis del mensaje de Isaías

Primer ejemplo

José Luis Sicre, Profetismo en Israel. Verbo Divino, Estella, sexta ed. 2003, pp. 295-297.

El mensaje.
Resulta especialmente difícil sintetizar en pocas líneas el mensaje de Isaías. Sobre todo, porque en ciertos puntos clave no sabemos qué pensaba el profeta. Por ejemplo, en la cuestión mesiánica. Si 9,1-6 y 11,1-9 no proceden de Isaías, su visión del mesianismo y de la dinastía davídica es muy distinta de la que podríamos presentar apoyándonos en dichos textos. No obstante, intentaremos esbozar algunas ideas.
En cuanto al contenido, el mensaje de Isaías abarca dos grandes puntos: la cuestión social, durante los primeros años de su actividad, y la política, a partir del 734.
En su denuncia social, Isaías está muy influido por Amos, profeta casi contemporáneo; aunque predicó en el norte, su mensaje debió de ser conocido muy pronto en el sur. De hecho, ciertas fórmulas isaianas parecen inspiradas en el profeta de Tecua. Y la problemática es en gran parte la misma: critica a la clase dominante por su lujo y orgullo, por su codicia desmedida y sus injusticias. Igual que Amos, denuncia el que todo esto pretenda compaginarse con una vida «religiosa», de intenso culto a Dios. Al reconocer un influjo de Amos, no pretendemos restarle originalidad a Isaías. Un examen atento de sus oráculos demostraría que no se trata de simple copia.

En su postura política está muy influido por las tradiciones de la elección de David y de Jerusalén. Dios se ha comprometido con la ciudad y la dinastía, y en esto consiste su mayor seguridad. Pero Isaías no acepta ni repite la tradición mecánicamente. La promesa de Dios exige una respuesta, la fe, que no se manifiesta en verdades abstractas, en fórmulas más o menos vacías, sino en una actitud vital de vigilancia, serenidad, calma.
Ante la amenaza enemiga, cuando la ciudad está rodeada de tropas, creer significa permanecer tranquilos y atentos, sabiendo que Dios no dejará de salvar a su pueblo. Por eso, lo contrario de la fe es la búsqueda de seguridades humanas, la firma de tratados, apoyarse en el ejército extranjero, pactar con Asiria o Egipto. En definitiva, lo contrario de la fe es el temor.
¿Qué pretende Isaías con su predicación? Aunque parezca extraño, esta cuestión ha sido muy debatida. Muchos piensan que el profeta sólo pretende justificar el castigo inevitable de Dios. Más aún, cegar al pueblo, embotar su corazón, para que no llegue a convertirse. Es imposible tratar ahora estos complicadoscversos del relato de la vocación. Prescindiendo de ellos, si hay algo evidente es que Isaías pretendió convertir a sus contemporáneos. Sus denuncias sociales, su crítica a las autoridades y jueces, buscan un cambio de conducta: «Cesad de obrar el mal, aprended a hacer el bien» (1,17). Sus advertencias a Acaz, su consejo de «vigilancia y calma», no son fórmulas vacías, exigen una actitud nueva. Y cuando condena la embajada a Egipto, lo hace, al menos inicialmente, esperando que no llegue a ponerse en camino. Decir que Isaías no intentó convertir a sus contemporáneos parece totalmente contrario a los textos y a la mentalidad del profeta.
Dentro de esta conversión hay un punto esencial. Convertirse significa restablecer las rectas relaciones entre Dios y el hombre, reinstaurar un equilibrio que se había perdido. Los contemporáneos de Isaías, dejándose llevar por el orgullo, situaron al hombre a un nivel que no le correspondía: en la cumbre de un panteón terreno, desde donde lo dominaba y decidía todo. Para Dios no quedaba lugar, o un lugar de puro trámite, sin repercusiones directas en la vida.

Isaías tuvo en su vocación una experiencia muy distinta. La majestad de Dios, su soberanía, despiertan en él la conciencia de ser pecador y de vivir en medio de un pueblo impuro. El hombre no tiene nada de qué gloriarse. Lo único importante y decisivo es el Señor. Y si el pueblo no quiere aceptarlo de grado, tendrá que hacerlo por la fuerza, cuando llegue «el día del Señor» y sea doblegada la arrogancia huma.
Por eso, el mensaje de Isaías no es la suma de una serie de recetas prácticas sobre problemas sociales, económicos o políticos. Interpretarlo de esta forma sería empobrecerlo. Lo fundamental de su predicación es que desea provocar en el pueblo el encuentro con Dios, la aceptación plena de lo divino en medio de lo humano. A partir de esta supremacía de lo divino, y como respuesta a ella, tienen sentido todos los otros puntos que configuran el mensaje de este profeta.


 

Segundo ejemplo

Tomamos esta síntesis del blog de Rafael Sanz Carrera, Escritura_Sagrada (texto fechado el 12 mayo, 2010. Es muy interesante acceder al blog de este sacerdote).

 

El mensaje del profeta Isaías.

No es fácil resumir todo el pensamiento y lo esencial del mensaje de Isaías. En todo caso podríamos decir que es el gran profeta de la santidad de Dios, de la fe y del Mesías glorioso. A continuación te pongo algunos puntos esenciales de su mensaje:
El Dios santo ha elegido a Israel. Como base de toda la visión teológica de Isaías tenemos una excelsa concepción de Dios. En la visión inicial Isaías pudo contemplar la sublime potencia del único Dios verdadero (Is 6,1), la absoluta santidad y la gloria universal de Yahvé (6,4). El título divino que con mayor frecuencia aparece en la profecía es el Santo de Israel. La santidad implica, ante todo, la trascendencia de Dios. Incluye también la idea de inmunidad de toda mancha e imperfección y, por eso, el ser fuente del orden moral, cuya observancia exige a los hombres.
Yahvé mantiene estrechas relaciones con Israel, elegido como pueblo especial entre todas las naciones (1,2; 26,4). El es el Poderoso de Israel (1,24), su Roca (17,10; 26,4), su viñador solícito (5,1-6), su luz (10,17), el padre de su pueblo (1,2). Isaías no usa la palabra alianza, pero concibe la relación de Dios con el pueblo como la de un esposo o la de un amante (5,1s). Los israelitas son sus hijos (1,2s). Como Santo de Israel, Dios impone obligaciones morales a. su pueblo: la práctica de la justicia social y el culto sincero (1,10-20).
El plan divino. Una nota característica de la teología isaiana es la existencia de un plan según el cual Dios gobierna el curso de los acontecimientos históricos y los dirige hacia un término preestablecido. Esto es fruto de la sabiduría y de la misteriosa providencia divina. La fase preliminar del plan de que hablamos comprende el juicio divino sobre los pecados de los individuos, de Israel y de las naciones paganas. El pecado asume el aspecto concreto de incredulidad y de orgullo. Por ejemplo, la vanidad de las mujeres (3,16), la indiferencia para con la religión (5,19), la prudencia humana de los sabios (5,21) no son sino expresiones de un fundamental desprecio de Yahvé. La confianza que el rey y el pueblo depositan en las riquezas (2,7), en las fortificaciones (7,3; 22,5-11), en los armamentos (2,7; 22,9s; 31,1), en las alianzas con los extranjeros (30,1) y en la ayuda de las grandes potencias (28,15; 30,2) es una manifestación de la desconfianza para con Dios. También los pueblos paganos como Aram (7,6.16), Asiria (10,9.13), Tiro (23,4) y Babilonia (c.13 y 24-27) se manchan con esta culpa.
El orgullo y otras culpas. Castigo. El orgullo es la causa del castigo divino. Los pecados personales se castigan con privación de los bienes (3,18-23; 4,1), hambre, sed y cautividad (5,13). El estado de Judá es castigado con la anarquía (3,5-7), la devastación (7,15-25), la invasión enemiga (18,5-8) y el asedio y el abandono de Jerusalén (29,3s; 31,4; 32,14).
La fe. El juicio conduce a la segunda fase del plan divino, que consiste en la salvación. En efecto, en los diversos juicios sobrevive una parte del pueblo, que hereda las promesas divinas: es el sagrado Resto. Son los discípulos del profeta, que se aprietan en tomo a él (18,16); son los que durante la opresión asiria se apoyan en Yahvé (10,20); son los humildes del pueblo que ponen su confianza en el Señor (30,18; 33,2). La nota característica del Resto es la fe, la actitud positiva fundamental del hombre ante el plan divino (7,9; 28,16). Esta fe implica un completo abandono en Dios, que dirige la historia, aceptación de los oráculos divinos y esperar la salvación únicamente de Dios (8,17; 25,9; 30,18). Isaías propugno para. el estado de Judá una política que fuera también de fe (7,9; 28,16).
El reino de Dios. La fe hace posible participar en la salvación. Esta se concibe como un reino de justicia y de paz (9,4.8), de libertad (9,3), de luz y de alegría (9,1-2). Yahvé instruirá a su pueblo (30,20) y bendecirá la tierra, los frutos, el ganado. Se curarán las llagas del pueblo (30,24s; 32). Rey y príncipes gobernarán con justicia (31,1s). En este nuevo reino Jerusalén tendrá una especial preeminencia, será santa (1,27), estará llena del conocimiento de Yahvé (33,6) y la gloria divina, como un río, la protegerá de todos los enemigos (32,21).
El Mesías davídico. La salvación es obra de un lugarteniente divino, el futuro rey ideal. Descendiente de la dinastía davídica, es la piedra angular sobre la que se yergue el edificio divino (28,16-17). Nacido como signo de gracia para su tierra (7,14; 8,8), está lleno del espíritu de Dios (11,2), compendia en sí mismo todas las virtudes de los grandes de su pueblo (9,5) y hace reinar la paz y la justicia sobre la tierra, restaurando la amistad y la armonía (11,6-9). Toda la tierra estará llena del conocimiento de Dios (1,9s) y todos los pueblos acudirán a instruirse en la ley, que se enseriará en Jerusalén (2,2s).
Isaías es considerado en la historia de la revelación como el gran profeta de la santidad de Dios, de la fe y del Mesías glorioso.

* * *

Quizás, al final, nos quedamos con cierta frustración. Uno había intuido que Isaías era una gran novedad, y los resúmenes “académicos” nos resultan casi tópicos, un tanto convencionales.
Esta impresión es saludable. Es un toque de alerta para caer en la cuenta de que la profecía más que teología es acontecimiento, encuentro con el Dios viviente de la santidad. Y esto los libros no lo pueden suministrar, pero los libros son necesarios porque nos abren la puerta para entrar.


Guadalajara, 30 septiembre 2012 (San Jerónimo).

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